3/8/ 2016 / Dar respuesta a la crisis del ébola ha costado tres veces más de lo que habría supuesto, en el año 2012, implantar un sistema universal de acceso a la salud en los tres países concernidos. De todo lo que se ha dicho y escrito, creo que esto es lo que mejor resume el drama del ébola. No se cansan de repetirlo las organizaciones de salud que tuvieron que echarse a las espaldas la responsabilidad de luchar contra el ébola, ante la inacción de los organismos internacionales como la OMS.
De haber existido un sistema público de salud mínimamente eficaz, el brote de ébola habría surgido igual, claro, pero en ningún caso habría tenido la extensión que ha tenido, su progresión no habría sido tan rápida, y el control habría podido ser efectivo desde el primer momento, como lo fue, por otra parte, en países como Senegal y Nigeria, que atajaron rápidamente la enfermedad.
En cambio, lo que sucedió es que la epidemia se extendió sin control durante meses, dejando un reguero de muertos a su paso. Además, el ébola lleva aparejado una epidemia de miedo, que hace que en muchos casos la población reaccione haciendo justo lo contario que debería hacer. Es tan mortal, tan rápido, y se propaga tan fácilmente que lo normal es que el pánico se extienda con facilidad.
En esta situación, todo eran dificultades. Al principio, la gente no podía creer que fuera una enfermedad. Se hablaba de brujería o de una maldición. Surgió la desconfianza. En el vecino y en el médico. Alguans personas se contagiaron en los hospitales, donde no se trabajaba con las medidas de seguridad necesarias, así que aumentó el miedo a ir a los centro de salud. Aumentó la desconfianza. Los trabajadores de la salud, por su parte, fueron enormemente afectados, pues al principio se hicieron cargo de los enfermos sin las adecuadas medidas de seguridad. Esto diezmó la población sanitaria.
Pasaron meses hasta que se establecieron las medidas adecuadas de prevención y seguridad en cuanto a tratamiento de los enfermos, enterramientos… Pero esto no era tan fácil. “Tocarnos es parte de nuestra cultura. Si no le das la mano a alguien es como si te sintieras superior a él. También cuidar a alguien que está enfermo es parte de nuestra cultura”.
Se prohibieron los enterramientos tradicionales, pero no se les dio alternativas. Algunas personas perdieron a todos sus familiares, uno tras otro, en cuestión de días, sin poder ni siquiera darles un merecido adiós. No fue hasta mucho después cuando se establecieron ceremonias tradicionales para cerrar el duelo, permitir a los muertos “descansar” y que los vivos puedan seguir con sus vidas.
Cronología de la epidemia:
Aunque parezca complicado, el origen de la epidemia de ébola se ha trazado hasta el más mínimo detalle en sus inicios: en diciembre de 2013, en Guéckédou, (Guinea Conackry) murió el considerado paciente cero: un niño de dos años. Días después fallecieron su madre y su hermana. Vivían en una zona rural y los estudios sugieren que su familia cazaba y comía murciélagos. Muy pronto, la enfermedad se extendió por otras aldeas y en semanas ya había cruzado las fronteras de Liberia y Sierra Leona, que se encuentran a muy pocos kilómetros. En cuestión de un mes ya habiá llegado a las capitales de estos dos países.
En una África en continuo movimiento, donde los intercambios, los viajes y el comercio es constante, el contagio se hizo pronto imparable. Esto fuera la primera diferencia respecto a los brotes de la enfermedad surgidos anteriormente. Era imposible establecer un área de seguridad.
Tres meses después, el 22 de marzo, se declaró oficialmente el brote de ébola.
Dos años más tarde, se contabilizaban 11.300 muertos y más de 28.000 afectados, unos sistemas de salud deshechos y unas perspectivas económicas en ruinas. Además, una población física y psicológicamente afectada. Durante meses se desatendieron totalmente otras cuestiones sanitarias clave para la zona: por ejemplo, los enfermos de VIH, los tratamientos contra la malaria o la atención a la salud reproductiva y sexual. Muchas mujeres murieron por complicaciones en el parto en sus casas y cientos de enfermedades dejaron de ser tratadas. Incluso en los casos en los que había médicos o centros disponibles, la población tenía miedo a acercarse a a ellos y contaminarse del virus.
Supervivientes:
Los supervivientes se enfrentan hoy a una doble carga: a muchos la enfermedad les dejó pérdidas de visión, dolores, cojeras… A todos, les impuso una un permanente estigma, que les hace ser víctimas de insultos, aislamiento y rechazo, que afecta incluso a niños y niñas muy pequeños. Algunos pasaron días, semanas y meses en aislamiento. ¿Cómo pueden enfrentarse ahora a la vuelta a la vida real?
Las escuelas estuvieron cerradas durante casi un año, miles de niños y niñas perdieron su escolarización en un sistema que ya de por sí es más que deficiente. “Entonces todo era ébola. Lo demás se olvidó”. Todas las actividades se suspendieron: el mercado, los colegios, los eventos sociales… La gente no podía hacer nada, cómo es posible continuar así con la vida?
Además, yo me pregunto cuáles serán las consecuencias psicológicas. Los mayores, que habían vivido las brutales guerras de Liberia y Sierra Leona y que por fin ahora veían a su país salir del profundo pozo en el que se encontraba. ¿Qué pensarán ahora? Y los jóvenes, que soñaban, como todos en un futuro próspero. ¿Qué soñarán ahora?
Los retos son enormes. Para empezar, tienen que recuperarse como sociedad, volver a confiar los unos en los otros, trabajar juntos, acabar con los estigmas. Los centros de salud tienen que volver a ser vistos como lugares de cura, y no de contagio. La economía debe comenzar a recomponerse. Los jóvenes deben volver a las escuelas. No será fácil. En estos países, la vida ha retrocedido más de una década. Según explicaba Alfons Rodríguez, Sierra Leona se encuentra ahora como en los tiempos de la guerra civil
Y ante todo esto, ¿qué hemos aprendido?
Explicaba Eduardo Celades, médico de familia y salud comunitaria que estuvo en varias ocasiones sobre el terreno que la comunidad internacional y los países afectados comenzaron a tomar medidas de forma muy desordenada y quedó claro que no estábamos preparados para una epidemia como ésta.
Quedó claro que se sabía poco sobre el virus, que existían muchas dudas, que no se habría trabajado lo suficiente con la población local y que la sociedad internacional no supo o no quiso reaccionar a tiempo. “Dimos muchísimos avisos, pero no hubo respuesta”, explicaba Luis Encinas Pedrayes, responsable de proyectos y experto en atención a enfermos de ébola de Médicos sin Fronteras. Además, por supuesto, faltó dinero. Si habitualmente los países hacen efectivo un 10% de lo que se promete en las grandes cumbres de ayuda, en este casi ni eso”. La epidemia se produjo en un contexto de crisis económica mundial en la que el ébola importó muy poco hasta que llegó al aeropuerto de Barajas y se dieron las primeras alarmas en Estados Unidos.
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Buena parte de la información de este post proviene de Médicos del Mundo y Médicos sin Fronteras, dos de las organizaciones que más han trabajado contra la epidemia en el terreno y que ahora continúan con sus labores de sensibilización. Médicos del Mundo ha lanzado la web http://www.sobreviviralebola.org y el documental Sierra Leona Sobrevive (que se puede ver on line por partes ). Realizado por Patricia Simón, el documental entrevista a supervivientes, representantes locales, personal sanitario y vecinos de Freetown para ayudarnos a comprender lo que la epidemia supuso para Sierra Leona.
Por otra parte, he utilizado datos del libro ‘Más allá de ébola. Una aproximación multidisciplinar a una cuestión global’, en el que médicos, periodistas e investigadores abordan lo que pasó con la epidemia de ébola desde diferentes puntos de vista. Un completísimo volumen para entender mejor lo que pasó durante la crisis.