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Las luchas de una activista africana altermundista: Aminata Traoré

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Autor invitado: Bahdon Abdillahi, investigador en ciencias sociales.

«Para ayudar a África, primero hay que comprenderla«, Aminata Dramane Traoré.

Las luchas de una activista africana altermundista: Aminata Traoré

En otras palabras, hay que responder a la petición de un pueblo, no proporcionar una supuesta ayuda para mantener un sistema económico y social destructivo.

¿Quién es Aminata Dramane Traoré? 

Es una africana de origen maliense y activista antiglobalización. Nació el 26 de julio de 1947 en Bamako, capital de Malí. Su vida ha estado marcada por la independencia de su país, el socialismo, la dictadura, el régimen de partido único, la corrupción, la Francáfrica, la democracia y el terrorismo yihadista.

Estudió en Francia, en la Universidad de Caen, donde se doctoró en psicología social y se licenció en psicopatología. Investigadora en la Universidad de Abiyán de 1975 a 1988, estuvo destinada en el Ministerio marfileño de Asuntos de la Mujer, y después trabajó en un proyecto regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PROWESS/África) para promover el papel de las mujeres y las comunidades desfavorecidas en la gestión del agua y el saneamiento. Como tal, y en el marco de diversas comisiones y grupos de trabajo de alto nivel, ha adquirido reputación nacional e internacional.

Fue Ministra de Cultura y Turismo de Malí de 1997 a 2000. Presentó su dimisión al Presidente de la República para «preservar su libertad de expresión». No le interesa el poder, dice, porque es independiente. No ha hecho carrera en política. No soy una mujer de poder», dice, porque no está dispuesta a hacer nada para ocupar puestos de poder.

En cambio, ha dedicado su vida a luchar contra los males que asolan la sociedad maliense y africana: el neocolonialismo y el liberalismo destructivo. Se ha convertido en una de las principales voces intelectuales de África en la búsqueda de una alternativa a la globalización liberal destructiva. Se describe a sí misma como una «musulmana moderna y practicante» y rechaza los tópicos occidentales sobre la mujer africana. Fue coordinadora del Fórum para otro Mali (FORAM), el Foro Social Mundial de 2006. ¿Cuáles son sus preocupaciones?

– Despertar las conciencias de los africanos, organizar la resistencia a la globalización neoliberal y proponer alternativas a la sumisión de los Estados africanos a las naciones ricas y a las instituciones financieras internacionales». Critica la ignorancia del inmigrante húngaro Nicolas Sarkozy, que declaró en su discurso de Dakar en 2007 que “el hombre africano no había hecho historia”.

– Denuncia la emigración forzosa de los jóvenes africanos, que mueren en el desierto y en aguas internacionales; obligados a emigrar por las medidas económicas y financieras impuestas por Occidente a través de sus organismos financieros. Para ella, no se trata de dar dinero a los gobiernos, sino de implicar a los jóvenes, las organizaciones de la sociedad civil y a sus comunidades en la lucha contra la emigración.

– Ha recorrido el mundo defendiendo los intereses de su pueblo y de África, y denunciando la dominación occidental sobre el África negra. Ha participado en numerosos foros sociales mundiales y acciones de base que le permiten dar cuenta de su visión de los futuros posibles para su país y para África. Sus acciones sociales.

En su barrio de Missira, en Bamako, se ha hecho cargo de edificios públicos que habían sido abandonados por el ayuntamiento debido a los efectos del Programa de Ajuste Estructural impuesto por las instituciones financieras internacionales, que velan por los intereses de Occidente. Ha transformado con materiales locales una casa de huéspedes (Le Djenné), un restaurante-galería (Santoro) y un centro de formación (el centro cultural Amadou Hampâté Bâ). Entre sus nuevos proyectos figura la construcción de un mercado de productos naturales y conocimientos locales. También participa en conferencias, seminarios y encuentros, y publica sus reflexiones. Escritora y ensayista, es autora de libros de reflexion sociopolitica: L’étau (1999), Mille tisserands en quête d’avenir (1999), Le Viol de l’imaginaire (2004), Lettre au président des français à propos de la Côte d’Ivoire et de l’Afrique en général, 2005, L’Afrique humiliée, 2008…

Comprometida contra un neoliberalismo o neofascismo económico, cuyo objetivo es aumentar la explotación de los recursos naturales de África y mantener así la pobreza en el continente.

Y con razón pide a los Estados africanos que no sigan los mandatos de los países occidentales: «los planes y programas de los banqueros internacionales y de las grandes potencias del Norte», causantes de la pobreza, la violencia y la emigración de un gran número de jóvenes a Europa. A través de su crítica y postura contra el neoliberalismo, insta a los dirigentes africanos a no seguir las imposiciones de los países occidentales y sus organizaciones, como el Banco Mundial y el FMI, que mantienen e incluso aumentan la pobreza en los países africanos, a diferencia de lo que ocurre en los países latinoamericanos y asiáticos.

Se posicionó a favor del ex Presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, en la crisis de su país (hundimiento de la economía, incumplimiento de los derechos humanos, empobrecimiento de la población y violación de los derechos de los agricultores británicos), en gran parte debido a la política aplicada por la antigua potencia colonial, el Reino Unido, y al incumplimiento de sus compromisos con el gobierno de Zimbabue. En su opinión, los «dadores de lecciones», es decir, los países «occidentales», son responsables de sus propias violaciones de los convenios y tratados internacionales que, no obstante, han firmado, y de sus propias políticas (la guerra contra Irak, la desestabilización de Libia y sus consecuencias en la región, las crisis económicas, migratorias y políticas, etc.).

En mayo de 2018, participó en la conferencia internacional «Bandung du Nord», organizada por la Red Decolonial Internacional, para «interrogar a la memoria colonial», porque el neocolonialismo se mantiene olvidando la memoria colonial.

En enero de 2020, Aminata Dramane Traoré y una cincuentena de intelectuales publicaron una declaración en la que pedían un debate «popular e inclusivo» sobre la reforma en curso del franco CFA, señalando que «la cuestión de la moneda es fundamentalmente política y la respuesta no puede ser esencialmente técnica».

Sus críticas a la política francesa en África la han tachado de enemiga del sistema. Invitada por una fundación alemana para debatir la cuestión de la seguridad, muy presente en las agendas de los países occidentales, se le denegó el visado Schengen. El gobierno francés se opuso.

Sus posiciones sobre diversos temas:

El impacto de la pandemia de COVID-19: la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la vacuidad del discurso sobre el desarrollo y el efecto de goteo del crecimiento. África debería ser el lugar de demostración de estas falsas promesas de desarrollo. Pero, por desgracia, tenemos la impresión de que en nuestros países sigue prevaleciendo el mismo modelo económico como salida a esta crisis sanitaria. La ayuda a Covid-19 ha sido malversada por una clase política corrupta; los escándalos de malversación han estallado en toda África. Si hay corruptos, también hay corruptores.

La magia de la gobernanza: «No estoy de acuerdo con la tesis de la gobernanza: ¿cómo esperas que la gente se las arregle de otra manera cuando, desde el principio, pones la financiación en la balanza? Denuncia una política impuesta por lo que llamamos ayuda al desarrollo o inversión, como bien decía Thomas Sankara.

La cuestión de género: ¿cómo imaginar que de un 8 de marzo a otro, en países como el nuestro, las mujeres reciten la misma lección sobre liderazgo femenino, igualdad de género, emergencia, espíritu empresarial, etc. y que dentro de 8 años, en la franja saheliana, en estos países amenazados por el enfoque de seguridad occidental, estas mujeres no tengan nada que decir, ni sobre la cuestión del diálogo, ni sobre el mantenimiento o la salida de Barkhane, ni sobre ni sobre la cuestión del acuerdo de paz. Se ocultan cuestiones fundamentales sobre su destino…. Las mujeres deberían hacerse otras preguntas en lugar de recitar las lecciones que los donantes quieren oír.

Juventud africana: lo que se ofrece a la juventud africana es en sí mismo un problema. El continente está inundado de imágenes y mensajes (por no hablar de los que nosotros mismos buscamos) que giran en torno a bienes y servicios, que les dan la sensación de existir como seres globalizados. Las dudas que existen en la mente de los jóvenes de los países industrializados, e incluso en algunos países emergentes que ahora dudan de las virtudes de este modelo, no han llegado hasta nosotros. Desgraciadamente, aún no hemos llegado a ese punto. Los jóvenes aún no son conscientes de que el Estado se ha desentendido desde los años ochenta.

La guerra de todos contra todos: no se va al poder para salvar a un país, ni para salvar a los jóvenes, todo el mundo va al poder para enriquecerse porque, en alguna parte, la música está diciendo: tienes derecho a enriquecerte, ¡así que enriquécete! El modelo dominante dice: «menos Estado, más mercado, hazte rico». Y nos sorprende que esta guerra de todos contra todos que se está organizando no sea una masacre. A todos los niveles. A nivel de las familias, de los barrios, de los pueblos, de los Estados, pero también de los jefes de Estado. Y esto no es específico de África. Es un sistema congénitamente conflictivo. Aquí es inmanejable, porque no nos damos tiempo para pensar.

Se opuso a la intervención de Francia en 2013, afirmando que:

 «La intervención francesa es una guerra de poder, una instrumentalización del terrorismo con fines económicos, no una lucha contra el terrorismo yihadista. Esta intervención fue un trampolín para que Francia se reposicionara en sus antiguas colonias». Mali y el Sahel se han convertido en Afganistán, primero para Francia y después para Occidente. El lavado de cerebro», prosigue, «consistió en repetirnos que sólo había una forma de luchar contra el yihadismo: el instrumento militar. Pero la liberación prometida se convirtió en un callejón sin salida.

El desarrollo de esta política francesa durante los tres últimos presidentes, la ineficacia de la respuesta militar y la violencia continuada ilustran su posición. Donde hay fuerzas imperialistas, siempre hay caos. Como recordatorio, la presencia estadounidense en Irak en 2003 creó el caos; los ataques de la OTAN, respaldados por el Consejo de Seguridad de la ONU, contra el presidente libio Gadafi en 2011 dejaron un país inestable y dividido en manos de grupos terroristas y del racismo contra los migrantes negros africanos.

África Imprescindible 2023

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Un año más, los amigos de África Imprescindible Navarra han organizado un otoño repleto de actividades para seguir acercándose al continente

África Imprescindible 2023

Habrá mucho cine, literatura, exposiciones y algunos encuentros tan interesantes como el que unirá al fotógrafo Mamadou Gomis y a Fátima Djarra, integradora social, mediadora intercultural y activista por los derechos humanos y contra la Mutilación Genital
Femenina.

Otras actividades interesantes serán el el «Cinco miradas, cinco Áfricas», en la que Chema Caballero y Sonia Fernández trazan la visión del continente que nos ofrecen cinco escritoras africanas, que abordan temas como identidad, discriminación y la opresión.

El cine, por su parte, siempre de la mano de Beatriz Leal, traerá películas como la nigeriana «All the colours of the world are between black and withe», en la que se trata el tema de la homosexualidad; o la keniana ‘Shimoni’, entre otras.

Esta iniciativa, que cumple ya su 23 edición, es posible gracias al trabajo de un grupo de ONGs conformado por Asamblea de Cooperación por la Paz, Fundación Felipe Rinaldi, Medicus Mundi, Ojos del Mundo, Oxfam Intermón. Proclade Yanapay, Solidaridad, Educación y Desarrollo y Tau Fundaziona.

Cambio climático y cultura turkana en ‘Between the rains’

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El pueblo turkana, de histórica tradición nómada, habita en la zona noroccidental de Kenia, cerca de las fronteras con Uganda, Sudán del Sur y Etiopía. Una zona árida, calurosa, despoblada y en la que la supervivencia depende casi exclusivamente del ganado y de las lluvias. 

Cambio climático y cultura turkana en 'Between the rains'

Es el escenario en el que se desarrolla Between The Rains, un documental que sigue durante cuatro años la evolución de Kolei, un joven pastor -”el niño que nació entre las cabras”- al que retrata en su paso de la infancia a la madurez. Kolei, un niño huérfano, cuya única opción es el pastoreo, y que no termina de encajar del todo en las costumbres y exigencias de su pueblo.   Un pueblo del que sabemos poco pero que resuena rápidamente en nuestro imaginario, pues sus mujeres son fácilmente reconocidas por los collares de cuentas que llevan en el cuello.

Dirigida por Moses Thuranira Thiane y Andrew H Brown, en la película se abordan dos aspectos que, de alguna manera se retroalimentan. Por un lado, una visión más antropológica, en la que se van mostrando las tradiciones del pueblo turkana, sus reflexiones y su forma de entender la vida, así como su relación con la naturaleza en el contexto de una comunidad que aún mantiene profundamente arraigadas sus propias formas de vida, ritos, rituales y creencias. Rituales como el del asapan, el más importante en la vida de cualquier hombre, por el cual un guerrero se convierte en un anciano respetado. Una cultura milenaria que, sin embargo, va resquebrajándose poco a poco y que desaparecerá probablemente en las próximas décadas. 

Al mismo tiempo, otra parte va incorporando una reflexión sobre los efectos del cambio climático y los impactos directos e indirectos que está provocando en la zona. Los más mayores identifican los efectos y de alguna manera dan a entender que la ira de la naturaleza, empeñada en privarlos de agua, disminuirá cuando las tribus vuelvan a comportarse como lo hicieron siempre. 

“La lluvia volverá cuando devolvamos a la naturaleza a su estado anterior”, dice uno de los protagonistas. Akuj, el espíritu de la Naturaleza, es el dios del pueblo turkana, y la Naturaleza está enfadada, por eso no llueve. “Se ha enfadado con nosotros desde que nos asentamos en un solo lugar”. 

La falta de lluvias tiene consecuencias desgraciadas para los cultivos y el ganado. Y la falta de ganado ha provocado robos y enfrentamientos entre unos pueblos y otros. Una situación que, sumado a la disponibilidad de armas, la desesperación de los jóvenes, la falta de oportunidades y los enfrentamientos interétnicos, ha dejado numerosos muertos y nuevos agravios entre pueblos. Momentos de gran violencia en los que la venganza y el resentimiento se encuentran muy presentes.

Visualmente, la cámara nos lleva a disfrutar de los grandes momentos que ofrece la naturaleza: los rebaños de cabras al atardecer, los caminos polvorientos, las grandes fogatas, panorámicas de las zonas arboladas.. Hasta que por fin, el cielo se oscurece y llega la ansiada lluvia, lluvia que transmite alegría, tranquilidad, paz a todo aquel la recibe. Lluvia que hará reverdecer los pastos y engordará a las cabras y llenará los arroyos. 

Una lluvia que, sin embargo, es cada vez más esporádica y que, cuando cae, lo hace de forma torrencial provocando que más de 23 millones de pastores se vean en situación de extrema necesidad en África oriental debido al cambio climático, 

Between the rains, que ha sido galardonada como mejor película documental y mejor fotografía en el Festival de Tribeca 2023, se podrá ver en pantalla grande en la novena edición del Another Way Festival que se celebra en Madrid del 18 al 25 de octubre. Un encuentro en el que, además, habrá una amplia variedad de películas y documentales que abarcan temas que van desde la industria del plástico a los cultivos de naranjas o las historias de superación de los pequeños pescadores, y que cuenta además con una interesante variedad de actividades paralelas.

Cuentos africanos llegados desde Murcia

Todo surgió de una sencilla pregunta que Alejandra Evuy se hacía desde pequeña: “mamá, ¿dónde están las princesas, las heroínas y las científicas negras en los libros que tenemos?.

La falta de referentes negros es una realidad que los colectivos afrodescendientes intentan cambiar través de iniciativas para crear una narrativa más diversa y ajustada a la realidad en la que las personas negras ocupen el lugar que les coresponde a nivel histórico, cultural, artístico, deportivo… Estas iniciativas conforman un movimiento multidisciplinar que en España ha cobrado fuerza a través de proyectos culturales como United Minds, Afroconciencia o Afroféminas, el teatro de Silvia Albert, las propuestas de Desirée Bella, o el proyecto de AfroMayores, de Lucía Asué Mbomío, por nombrar solo algunas.   

Y esto es precisamente lo que intentan hacer también desde el proyecto Potopoto, una iniciativa de carácter socioeducativa creada hace cinco años por Alejandra Evuy Salmerón Ntutumu, y que prepara ahora la publicación de su segundo libro: Las hermanas Mangué y otros cuentos africanos”. Un libro que quieren financiar a través de una campaña de crowdfunding que comienza este día 23 de abril, -coincidiendo con el Día Internacional del Libro-, tal y como ya hicieron con su primera publicación, “El viaje de Ilombe”.

El objetivo es acercar los cuentos africanos y la literatura oral del continente a los niños y niñas de todo el mundo. Para ello, Alejandra Salmerón rescata las historias que le contaba su madre de pequeña, recoge proverbios y curiosidades sobre el continente africano y los acompaña de las preciosas y cuidadas ilustraciones de otra joven afromurciana, Adaora Onwuasoanya

Cuentos africanos llegados desde Murcia

En el corazón de estos cuentos subrayce la frase que su madre le decía a Alejandra: “Son las historias pequeñas las que hacen el mundo grande”. Esta es la idea que le impulsa a a seguir creando espacios de fantasía en los que los niños y niñas negros también puedan verse representados. Por su parte, Adaora Onwuasoanya, que recuerda haberse criado leyendo a Caperucita y Blancanieves, señala que ha sido su encuentro con los cuentos africanos lo que le está permitiendo reconectar con su origen afro.

El resultado de lo que nos ofrecen es en realidad mucho más que un libro. Porque Potopoto -que significa “barro” en lengua fang- ha crecido mucho en estos cinco años y sus responsables han creado todo un universo repleto de recursos, entre los que destaca el afrodiccionario para acercar a pequeños y mayores a las tradiciones y la oralidad africana. En él nos encontramos con términos como el Abaá, la casa de la palabra, donde los ancianos se reúnen los asuntos importantes; conocemos el Reino de Askum y pueblos como los Ibibio (de Nigeria), o los Himba (Namibia), y nos podemos acercar también a las comidas, animales y costumbres africanos. Además, el proyecto ofrece una nutrida colección de audiocuentos, narrados en la voz de Camila Monasterio, autora a su vez del libro-disco “La historia de Awa”, en la que recorre la historia de la lucha antirracista a través de imágenes y música. 

Una iniciativa que acercará, a niños y mayores, al continente vecino, del que aún nos separa un enorme desconocimiento.

Resistencias africanas

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Vuelven las Jornadas África organizadas por Umoya en la Universidad de Valladolid, esta vez con el foco puestos en las «Resistencias en medio de las crisis y conflictos».

Se trata de una semana de ponencias y charlas destinadas a comprender lo que sucede el continente vecino  en la que participarán Gerardo González Calvo, autor de libros como África, un continente saqueado, que presentará el lunes día 13; Moussa Kané, trabajador social, que charlará sobre conflictividad en el Sahel (miércoles, 15), y la periodista Rosa Moro, experta en la zona de los Grandes Lagos y autora del libro ‘El genocidio que no cesa‘, en el que analiza lo acontecido en Ruanda y el Congo en los últimos 20 años.

Este año, además, tengo el placer de participar en las jornadas hablando sobre resiliencias y resistencias al cambio climático, con especial atención al papel de las mujeres. Si os interesa, ¡nos vemos por #Valladolid!

 

Resistencias africanas

 

 

Sarah Maldoror (III): filmando las luchas por las independencias

[Este post forma parte de la serie dedicada a la cineasta Sarah Maldoror.

Puedes leer la primera parte, aquí.]

En 1961, Maldoror consigue una beca para estudiar en el prestigioso Instituto Nacional de Cinematografía de la Unión Soviética (VGIK). Allí compartirá curso con Ousmàne Sembène, más tarde considerado como el padre de la cinematografía africana y allí descubrirá, cuenta, el “verdadero racismo”, según sus propias palabras. 

Más tarde, junto a su compañero Mario Pinto de Andrade, uno de los líderes del MPLA (Movimiento Popular para la Liberación de Angola) en el exilio, realizará su primer viaje a África, recorriendo Guinea Conakry, Marruecos, Túnez y Argelia, donde consigue trabajar como ayudante del italiano Gillo Pontecorvo en su película La batalla de Argel (1966). Es su primera intervención detrás de las cámaras, y en este país aprovecha también para colaborar en el documental Ellas, realizado por el argelino Ahmed Lallem, que aborda la participación de las mujeres en la revolución, un tema que luego estaría muy presente en la cinematografía de Maldoror. Desde su primer viaje a África se da cuenta de que el cine, la conjugación de la palabra hablada y la imagen, es el mejor medio para contar el continente y ella lo va a hacer de una manera completamente diferente a como la habían hecho las cinematografías coloniales, a través de un cine militante que rompe con el imaginario europeo y se nutre de sus abundantes lecturas de poetas y dramaturgos negros.

Trilogía inacabada sobre la lucha anticolonial 

Su primera gran obra será Monangambee (1969), un cortometraje rodado en Argelia en el que recrea el relato titulado O fato completo, de Lucas Matesso (1967). La obra representa la violencia colonial y cómo ésta se aplicaba de forma totalmente arbitraria. En las primeras imágenes, un detenido conversa unos minutos con su mujer, se besan, se abrazan y la mujer le susurra al oído “el próximo día te haré un “fato completo10”. Un confidente lo escucha y se lo cuenta al director de la prisión, que le atiende en su despacho presidido por un cuadro de Salazar en el que la cámara se detiene en varias ocasiones. El director, indignado y creyendo que se trata de un mensaje en clave, decide darle un escarmiento al preso. No sabe, o no quiere saber lo que significa un “fato completo” -un plato típico de Angola- y lo usa como argumento de la culpabilidad del preso. La cinta, en blanco y negro y con pocos diálogos, juega con las sombras y la oscuridad y se detiene en los detalles, mostrando las paredes ruinosas de la celda, el sudor y el hambre para mostrar cómo funciona la violencia, física y psicológica, que la colonización ejercía sobre los angolanos. 

Sarah Maldoror (III): filmando las luchas por las independencias
Fotograma de la película ‘Monangambee’.

 

 

La música, que corrió a cargo del Chicago Art Ensemble, uno de los grupos iconos del jazz libre, juega un papel espectacular para crear el ambiente de tensión y miedo que Maldoror recrea en esta película. Una gran banda sonora que la directora consiguió de forma gratuita gracias a su capacidad para establecer lazos y movilizar una tupida red de solidaridad afroamericana. De igual modo, al final de la cinta se presentan las fotografías de la periodista italiana Augusta Conchiglia que muestran la vida en prisión y en las guerrillas, y a la que había conocido a través de otra mujer, la montadora Jacqueline Meppiel (1928-2011), durante el Festival Panafricano de cine de 1969 (Do Carmo, 2018). 

Tan solo dos años después rueda Des fusils pour Banta (1971), una película que nunca llegaría a ver la luz, al ser confiscada por el Gobierno argelino. Éste era el primer financiador de la película, pero una vez rodada, y tras un altercado de la cineasta con un general argelino, Maldoror fue expulsada del país y las cintas de rodaje confiscadas. Desde entonces, nunca han sido encontradas. Sin embargo, en 2010 se estrenaría Preface a à Des fusils pour Banta, una obra de Mathieu Kleyebe Abonnenc en la que el autor intenta recrear diversas versiones de lo que pudo haber sido la versión original. La película, que Maldoror había rodado durante tres meses en Guinea Bissau para documentar la lucha del PAIGC (Partido Africano por la Independencia de Guinea y de Cabo Verde) se centra en una joven mujer, Awa, que se ha unido al partido para participar en la lucha, lo que le permitía a Maldoror alternar tomas de la vida doméstica con otras en las que las mujeres transportan armas y se suman a la lucha. Esta película tenía, por tanto, una doble mirada contrahegemónica: decolonial y de género, poniendo el acento en algo que más tarde siempre reseñaba en sus entrevistas: que, en todas las luchas de liberación, las mujeres jugaron un papel clave, aunque no fueran reconocidas: “Al final, las guerras sólo funcionan si las mujeres toman parte. No tienen que sujetar un bazooka, pero sí tienen que estar presentes” (Sezirahiga, citado en Petty, 1996). 

Esta trilogía de películas sobre las luchas anticoloniales terminaría con Sambizanga, publicada en 1972 y basada en la novela corta de José Luandino Vieira, La vida real de Domingos Xavier. En esta obra, Maldoror se acerca de nuevo a la opresión provocada por el colonialismo portugués. La película comienza mostrando escenas de la vida cotidiana y tranquila en una pequeña aldea en la que los niños juegan al fútbol mientras las mujeres cocinan. Una pareja disfruta de su bebé recién nacido en unas imágenes de gran belleza que contrastan fuertemente con la violencia que se desata segundos después, cuando aparece la policía para llevarse al marido. A partir de ahí comienza la historia de este filme que narra la odisea de Maria, la mujer, que recorre dependencias oficiales para saber qué ha pasado con Domingos. La obra, en la que abundan los saltos hacia delante y atrás, se desarrolla en tres planos: el hombre, aprisionado y torturado por sus capturadores; el de Maria, su mujer, con el niño a la espalda, intentando saber algo de su marido a base de recorrer las dependencias oficiales donde apenas obtiene información, y el de un viejo luchador clandestino, que aprovecha su medio ceguera para intentar adivinar la identidad del preso, presumiblemente para comunicarse con él y avisar a sus compañeros, que podrían estar en peligro (Gugler, 1999). 

La mujer como protagonista

Las imágenes con las que comienza la película se alejaban del imaginario que habitualmente se mostraba de África y los africanos, retratados como seres sin vida, siempre sumidos en la miseria y la inactividad. Maldoror se alejaba ya desde los años 70 de esta mirada, eligiendo para sus obras mujeres bellas, activas y luchadoras.

Con esta obra, por la que recibió el Tanit de Oro en el Festival de Cine de Cartago, termina su periodo más puramente africano, filmando algunas de las revoluciones del continente y poniendo su cámara al servicio de las poblaciones ocupadas por la colonización. Pero su cine comprometido no termina ahí. De hecho, continuará durante toda su vida.

 

Sarah Maldoror (II. Proceso de formación)

[Este post forma parte de la serie dedicada a la cineasta Sarah Maldoror. Puedes leer la primera parte, aquí.]

Nacida en 1929 en el sur de Francia, de madre francesa y padre antillano, el nombre con el que la futura cineasta vino al mundo fue Sarah Ducados, aunque pronto lo cambiaría por el de Sarah Maldoror, que sería su firma artística para siempre, inspirándose en la obra Los Cantos de Maldoror, del poeta franco uruguayo Isidore Ducasse, conde de Lautréamont. Su activismo y pasión por el arte, inicialmente el teatro, comienzan pronto, mucho antes de que pensara siquiera en coger un cámara de cine.

Tras trasladarse a París e intentar trabajar como actriz, es consciente de que lo único que consigue es hacer papeles de limpiadora, porque no había otra posibilidad para los artistas negros. Es entonces cuando decide, junto a un grupo de amigos, fundar su propia compañía de teatro, con el objetivo de hacer los papeles que de verdad querían representar. Significativamente llamada Les Griots, la compañía fue, muy probablemente, la primera troupe de teatro negro en París, en un entorno en el que, como decíamos, los papeles para personajes negros eran absolutamente minoritarios y siempre muy estereotipados. Entre los fundadores se encontraban otros estudiantes, pertenecientes al amplio grupo de jóvenes que en aquellos años llegaban a la metrópoli desde las colonias para cursar estudios universitarios. Eran el senegalés Samba Babacar, que también terminaría dedicándose al cine en su país natal; Timité Bassori, hoy considerado un clásico del cine en Costa de Marfil, la cantante y actriz haitiana Toto Bissainthe, y el actor guadalupano Robert Liensol. Durante estos años, el grupo de Les Griots ensaya y actúa de forma amateur mientras se juntan con otros jóvenes intelectuales de la diáspora, estudiantes brillantes llegados desde todas las colonias del Imperio francés. 

Círculos en los que se entremezcla la filosofía, el arte, la música y la protesta por la situación colonial y en el que desde hace ya años bulle el Movimiento de la Negritud. Inspirados por las obras y el activismo político de Aimé Césaire y su Discours sur le colonialisme, León Damas y Leopoldo Sedar Senghor, el movimiento reivindica libertades para la población de las colonias y exigen ser considerados como iguales, no sólo en derechos sino también en capacidades. Reivindicaciones que se nutren de las ideas expuestas desde los años 50 por el psiquiatra, filósofo y escritor Frantz Fanon, otro de los nombres clave del Movimiento de la Negritud. Algo más mayor que los anteriores, Fanon fue el verdadero pionero, especialmente desde la publicación en 1952 de su obra Peau noire, masques blancs, un libro en el que analiza lo que suponen las relaciones coloniales, el sentimiento de inferioridad vivido por la población negra debido a la continua negación de su propia historia y sus capacidades, así como la pérdida de su propia cultura en el intento por alcanzar la del colonizador. Una década después, en 1961, se publicaba su otra gran obra Los condenados de la tierra, (1961) prologado por Jean Paul Sartre. 

En este ambiente surge también el que será otro gran foco de ideas, propuestas y reflexiones en torno a la colonialidad, la revista y editorial Présence Africaine en la que se daban cita las voces de todos los pensadores y activistas contra el colonialismo y que se convertiría en “una de las referencias ineludibles del pensamiento poscolonial” (Frioux-Salgas, 2010:43), y que estaba dirigida por Alioune Diop, amigo personal de los fundadores de Le Griot

Sarah Maldoror (II. Proceso de formación)Todas estas obras e ideas sin duda influyen en Maldoror, que se suma a ellas y desde el pequeño espacio que es su grupo de teatro, colaboran a la causa en un periodo de experimentación y apertura total: lo mismo representan poesía de autores negros como clásicos franceses -hicieron el Don Juan de Molière- u obras como Huis clos, del citado Jean Paul Sartre, muy unido al Movimiento de la Negritud. Actúan en asociaciones juveniles, residencias de mayores y casas de la juventud y comienzan a tener sus primeros éxitos. Participan en diversos espacios europeos y con la representación de la obra Los Negros, de Jean Genet, en 1959, obtienen un gran reconocimiento. Es entonces cuando llega la posibilidad de representar Le Roi Christophe, de Aimé Césaire. Es su momento cumbre. Sin embargo, por algunos malentendidos, termina siendo otra compañía quien lo represente, lo que supone algunas divisiones en el grupo, que terminará por disolverse.  

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Sarah Maldoror, una mirada decolonial. (I: Introducción)

Maldoror fue la primera mujer en realizar un largometraje en África, formó parte de la intelectualidad en torno al movimiento de la Negritud en París, aprendió cine en la Unión Soviética y filmó historias de los márgenes en su Francia natal. Fue una pionera que llevó a cabo un cine militante y comprometido, con una mirada muy particular a lo largo de sus 90 años de vida y cerca de 40 obras. 

Sin ser africana de nacimiento, no hay relación sobre cine africano que no hable de ella, y su nombre se asocia inmediatamente con el del primer cine de las independencias. En las entrevistas, no se cansaba de repetir que sus antepasados eran esclavos y, por tanto, está indivisiblemente unida al continente, a pesar de las dificultades que conlleva la multiplicidad de identidades:

“Me siento en casa en todas partes. Soy de todos sitios y de ningún lugar. (…) Los antillanos me acusan de no vivir en Las Antillas, los africanos dicen que no nací en el continente africano y los franceses me critican por no ser como ellos”.

Maldoror va a formar parte de la primera generación de cineastas africanos que se ponen detrás de la cámara con el objetivo de desarrollar una identidad propia, desafiando la imagen que la cinematografía y el discurso colonial había dado de los africanos: pueblos sin historia, sin rumbo, sin cultura ni agencia en sus propias vidas. Este cine nace con una marcada tendencia política y con un claro objetivo didáctico: mostrar los valores propios de tal forma que el espectador se sienta parte de ellos, se identifique y tenga sus propios referentes. Como la propia Maldoror escribiría años más tarde en una carta póstuma a uno de los primeros realizadores senegaleses, Paulin Vieyra, por primera vez ellos empezaban a mirar a los otros, no eran ya sólo los “mirados” (Maldoror, 2004). Intuyen que “las imágenes visuales también producen poder” (Brah, 2011:154) y quieren utilizarlo para mostrar las vidas y las luchas de los más oprimidos. 

Un reto complicado teniendo en cuenta que hasta muy poco antes de que Maldoror comenzara a hacer cine en África, los libros de texto, las universidades, la administración incluso, seguía venerando la cultura del colonizador: en las excolonias francesas se estudiaba la historia de Francia; en las inglesas se representaba a Shakespeare, y las nuevas constituciones copiaban a las del Viejo Continente. El cine se mostraba con el vehículo para mostrar y reivindicar la propia historia, un arma indispensable para el cambio político y social que habría de venir con las independencias y para construir la idea nacional de los nuevos países. Era el “tercer cine”, según la denominación de los directores argentinos Fernando Solanas y Octavio Gettino, que lo querían diferenciar así de lo que llamaron el Primer Cine – el comercial, realizado por Hollywood- y el Segundo cine -el puramente artístico, burgués, creado en Europa.

En este sentido, la obra de Maldoror es crucial porque “aporta su mirada de mujer negra sobre una parte del continente africano en una época en la que apenas se comenzaba a hablar del cine africano”, (Berthet y Oriach, 2017). Una época en la que las mujeres estaban muy alejadas de las producciones cinematográficas, aunque cabe destacar la presencia de cineastas como la argelina Assia Djebar, la camerunesa Thérèse Sita-Bella, la senegalesa Safi Faye y la egipcia Aziza Amir. Además, tal y como apunta Cynthia Marker, tanto Sarah Maldoror como Safi Faye, a las que considera como madres del cine africano, ofrecieron una renovación de las narrativas clásicas establecidas en la época, y para ellas inventa el término “cinécrivaine” (Marker, 2000: 454), con el que quiere evocar una narrativa de experimentación específicamente creada para representar a las mujeres. Un término que extrae a su vez del de la “cinecriture”, propuesto por Agnès Varda, renovadora a su vez del cine francés y representante de la New Wave.  

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