¿Dónde estás? Carta de una madre a su hijo inmigrante

¿Dónde estás tú, mi pequeño?  Me gustaría decirte buenos diás o buenas noches, pero cómo saber si es de día o de noche allá donde estés? Pensaba que bromeabas cuando me decías que te irías lejos de esta miseria. Pensaba que bromeabas cuando decías que me ibas a comprar un coche cuando estuvieras en el país de los blancos. Y ahora hace un año y seis meses que te has ido. 548 días desde que tu sonrisa desapareció. Demasiado para mí.

 

Ayer supe por televisión que varios jóvenes negros como tú, fuertes como tú, inteligentes como tú han muerto en Libia. ¿Estabas tú entre ellos? ¿Estás entre los otros? ¿Dónde estás, hijo mío? ¿Tienes frío? ¿Tienes hambre? ¿Dónde estás?. ¿Formas parte de la lista de jóvenes africanos que caen cada día al mar?

Una mañana te fuiste. Te fuiste. Pero ¿dónde? Rezo para que estés vivo en alguna parte. Pero ¿dónde exactamente? Tu padre y su familia me tratan de vieja loca y puede que tengan razón. Desde que te fuiste, no he vuelto a dormir. Sólo Si supera dónde estás, podría dormir (…) Pero tu habitación está vacía. Incluso olvidaste el gorro que te regalé para protegerte de los demonios cuando tenías 17 años.

¿Dónde estás? Desde hace 548 días sueño que estás delante de mí. Que me dices, como siempre: “Mamá, la Universidad es una mierda”. Siempre te negaste a explicarme que quiere decir “mierda”. Pero me da igual. Quiero que vuelvas a decírmelo otra vez. Tú pensabas que yo no tenía ganas de encontrar un futuro mejor.

Pero yo me levantaba cada día antes de que cantaran los gallos. Iba al mercado a vender nueces de kola. Pero los beneficios servían solo para comprar comida y pagar la universidad. Veía tu rabia en medio de esta pobreza cada día, a tu vuelta. Leía la pena en tus ojos, tan claros como el mundo.

¿Qué haces ahora, hijo mío? ¿Dónde estás? Te echo de menos, tú lo sabes. (…) Me dicen que te fuiste por el mar. Quisiste retar a la muerte para comprarme una gran casa, un bonito coche y llevarme a los grandes hospitales del mundo para sanar mi problema de estómago, que nunca ha probado un solo medicamento de ‘los blancos’.

Cada día, mi corazón se afloja un poco más. A veces, ya no late porque tú no estás aquí. NO sé si tienes frío, para calentarte. No sé si tienes calor, para darte aire. No sé si no he visto tu cuerpo en la televisión, en medio de los otros. A veces sueño que estás aquí, delante de mí. (..) Hoy me he mirado en el espejo. Mi piel está hecha de huesos. Mis cabellos están blancos. A veces me parezco a un demonio. ¿Dónde estás, hijo mío?

* Traducción del blog Lumière du Cameroun, “una mirada indomable, sin mentiras y sin maquillaje sobre mi país”, de la periodista camerunesa Josiane Kouagheu. El texto original se puede leer aquí. En él, la autora ha querido mostrar “el corazón de una madre cuya única razón para seguir viva es la posible vuelta de su único hijo, del que no sabe dónde está ni si sigue vivo. La historia de desesperación de estas madres, padres, hermanos, abuelos que sueñan todavía, a pesar de que los años pasan y las posibilidades disminuyen, que sus hijos volverán algún día, a pesar de que hace 5, 10, 13, 19 años.. que no dan señales de vida.

 

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